sábado, 13 de junio de 2009

El "if" de José Antonio
























Un poster inusual
En la España de los años treinta la presencia del Kipling poeta era muy rara, cuando no inexistente; la presencia como narrador, como cuentista, sí que fue rápida y poderosa y encontramos ediciones de El libro de la selva o de Kim o de Capitanes intrépidos desde primeros del siglo XX. Hacía tiempo que sus libros de cuentos eran una cúspide en la literatura para niños y jóvenes. Y era esa faceta la conocida entre nosotros no así la del Kipling poeta que, aunque también circulaba como tal por el área inglesa, en España estaba escasamente divulgada. Acaso porque para un español la poesía de Kipling es trabajosa, por ser muy local, por estar impregnada de giros populares, de jerga militar, de contracciones y elisiones, de términos en hindi. Su traducción es tarea ardua.
Por ello, el que un If enmarcado en su versión original inglesa estuviera colgado de la pared con esa condición de breviario de carácter era, en aquellas fechas –primeros años 30– algo inusual. El hecho de mostrárselo a Areilza subraya la deferencia y complacencia que José Antonio tenía por aquel elemento decorativo en su despacho de abogado. Años más tarde, ese cartel con el If en la versión española de J. Miquelarena circularía entre sus seguidores como una enseña de la estética y de la ética del fundador de la Falange. De ese modo, acaso el If se convirtió en una rara muestra de la poesía del Nobel inglés entre nosotros divulgada.
Esta rareza nos abre una ventana a una faceta de la personalidad de José Antonio mantenida en penumbra: su anglofilia, su admiración y gusto por lo británico. Así pues tomemos el póster del If con intención de buscarle significados más hondos que su simple anécdota decorativa. Comencemos por el primer paso, que es el de preguntarnos por su conocimiento y su adquisición. La noticia de su existencia está vinculada a su bufete de abogado, en una etapa incial en Los Madrazo –hogar paterno– y en Alcalá Galiano a partir de 1932, que es en donde lo recuerda Areilza.
¿Cómo conoció José Antonio el If? La pregunta tiene sentido porque ni él se dedicaba a la literatura inglesa contemporánea ni el poema circulaba por las estamentos cultivados de la España de aquel tiempo en la cual los poetas británicos, decimos los poetas, del final de la era victoriana y del periodo eduardiano –un Hardy, un Housman, un Kipling– eran escasamente conocidos. Pero antes de reflexionar sobre la relación de José Antonio con el poema y sobre su contenido echemos una mirada sobre su autor y su circunstancia.
El nacimiento del If. Jameson
El If nació inspirado por la personalidad de Jameson, y contenían consejos de perfección muy fáciles de dar. L. S. Jameson, «Doctor Jim», era un escocés de brillante cualificación como Doctor en Medicina que en 1878 marchó a Africa del Sur, a las minas de diamantes de Kimberley. Allí se encontró con Rhodes y se convirtió en su hombre de confianza –Kipling escribió que Jameson y Rhodes «se comunicaban por telepatía»–. Como tal gestionó y consiguió ampliar sus concesiones territoriales. Bajo la propia autoridad de Jameson se creó el embrión de la colonia de Rhodesia.
La personalidad de Jameson era muy destacada: con encanto natural, de enorme confianza en sí mismo, intrépido y corajudo, con manifiestas dotes de liderazgo y, a la vez, con una dura y tenaz distancia hacia los elogios. Era un triunfador nato. Y muchas virtudes que se proclaman en el If se daban en su persona: la fortaleza y la impasibilidad, sobre todo. En la biografía de Jameson el suceso que le dio pie a Kipling para escribir el If fue su protagonismo en el famoso y fracasado Jameson Raid. En esa peripecia que conmocionó a la sociedad inglesa tenemos el motivo para la construcción por Kipling de un código de moral de conducta en verso. No creo que todo el If sea una fotografía de la personalidad de Jameson, pero sí que su respuesta ante una situación adversa, –el descalabro del «raid»– y muchos de sus rasgos personales están en el origen de los versos de Kipling.
Jameson, con Rhodes y con Chamberlain compartían un común afán. El objetivo estratégico era conseguir una federación de toda Sudáfrica –las dos colonias británicas, El Cabo y Natal; y las dos Repúblicas boers, el Estado Libre de Orange y la República de Sudáfrica o Transvaal– bajo el poder británico. El principal obstáculo era la República del Transvaal. Los boers se habían levantado contra los británicos a finales de 1880 y en 1881 consiguieron una soberanía limitada con Paul Kruger como primer Presidente; pero las tensiones permanecieron y Londres no conseguía una victoria total sobre una zona riquísima en oro y diamantes. Londres seguía subrepticiamente anhelando la anexión del Transvaal en el que residían y trabajaban súbditos británicos.En 1895 Cecil Rhodes, primer ministro de la Colonia de El Cabo desde 1880 y la primera fortuna mundial en oro y diamantes, tenía a punto un plan secreto: invadir con una fuerza privada el territorio como detonante de la sublevación de los residentes británicos que pedirían ayuda y protección al gobierno de su majestad. La dirección y mando estaba en manos de su segundo, Jameson. Joseph Chamberlain, Secretario de Colonias, estaba en el secreto y el premier Lord Salisbury también conocía el complot.Jameson contaba para el golpe con unos 500 hombres. En las hora finales de diciembre de 1895 y la iniciales de 1896, por iniciativa propia de Jameson, se llevó a cabo la operación que rápidamente se convirtió en un desatre. Había fallado la coordinación.



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